Bolero de Julio Cortázar: Poema completo
El proceso lento del desamor.
En Bolero, Julio Cortázar desarma la idea del amor perfecto y muestra el momento exacto en que el vínculo se rompe.
Bolero de Julio Cortázar
Bolero
Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
Cestas de regaloitinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.
Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.
Y este fragmento:
La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos
y de pie ante el espejo interrogándo
secada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.
*Salvo el crepúsculo (1984)*
Sobre “Bolero”
“Bolero” es uno de esos poemas donde Cortázar toma el ritmo de la música y lo convierte en respiración, en pulseo emocional. No es un bolero cantado, sino un bolero desmontado: un vaivén de deseo, pérdida y memoria donde el lenguaje avanza y retrocede como si ensayara una coreografía íntima.
Cortázar desarma la retórica del amor solemne para mostrar algo más frágil y más humano: dos cuerpos que se buscan, se confunden y se desenfocan, como si la pasión fuera también una forma de errar el paso. El poema vibra desde esa tensión—entre el abrazo y la distancia—con un ritmo que no imita la música, sino que la metaboliza.
Lo brillante es que no cae en el sentimentalismo. Cortázar escribe desde el filo, donde el amor no se declara sino que se desliza. “Bolero” demuestra que la emoción puede ser moderna, quebrada, casi jazzística: una danza que no busca resolverse, sino permanecer suspendida en su propio compás.
Mi experiencia leyendo "Bolero"
Un viaje que tenía planeado a Argentina me ha distraído un poco de la lectura de cuentos y novelas, pero, mi reciente visita a la casa en la que vivió Julio Cortázar, un desayuno en el café Rayuela y la lectura en el aeropuerto de una compilación de cartas suyas, me hizo querer leer un poco de su poesía.

Por lo anterior, me encontré con “Salvo el crepúsculo” y leí unos cuantos poemas hasta llegar a “Bolero” del cual mi estrofa favorita es:
La lenta máquina del desamor
los engranajes del reflujo
los cuerpos que abandonan las almohadas
las sábanas los besos
y de pie ante el espejo interrogándose
cada uno a sí mismo
ya no mirándose entre ellos
ya no desnudos para el otro
ya no te amo,
mi amor.
Es fácil empatizar con el amor y es doloroso hacerlo con el desamor. Las sonrisas que recordamos lastiman y cada risa retumba en la mente para derramar las lágrimas que guardamos el tiempo que duró la felicidad. Y precisamente, este poema describe el momento en que todo acaba en una relación. La guerra perdida, la derrota aceptada y la duda constante que termina por concluir que el amor ha terminado.

Existen personas que dicen que las lecturas nos llegan cuando las necesitamos; para mí, que padezco de “realismo crónico”, estas son meras coincidencias. La lectura aparece y el sinfín de situaciones dentro de nuestra mente aprovechan para recoger el significado. Con esto no quiero decir que la lectura no tenga un efecto: lo tiene y en gran medida. Solo no es algo mágico o una cuestión del destino que nos lleguen las palabras que necesitamos, es una coincidencia provocada por las grandes mentes que las escribieron y supieron plasmar lo que nosotros no hubiéramos podido.
Cortázar me dio estas palabras y me hace sentir menos solo. Crear este poema trascendió al 2022 y terminó por darme la respuesta que desesperadamente busqué en estos meses. La realidad que fui incapaz de aceptar.

No me siento más cerca de Cortázar ahora que estoy en Argentina, a pesar de quizá haber pisado el mismo suelo que él alguna vez pisó. La realidad es que el único medio directo para revivir a Cortázar está en sus letras y es ahí, cada vez que abro un libro suyo que realmente lo siento cerca.
No obstante, es inevitable no sentir la belleza de Buenos Aires, el olor a asado, la peculiaridad de sus casas y ese acento tan característico de los porteños que me hace sonreír.
Como en el artículo pasado, lamento no dar un estudio profundo sobre la composición del poema. Pero, me encanta la forma en que está escrito. Las tres estrofas componen una estructura sencilla que plasma el problema, la reflexión y la solución. De manera sutil, Cortázar las presenta como “Por ahí un papelito que solamente dice:” e “Y este fragmento:”. En este último tira el último golpe y brutalmente asesina al amor.
Te comparto un fragmento de una carta que le escribió Cortázar a Eduardo Hugo Castagnino el 27 de mayo de 1937:
«La poesía la siento, no la razono», dices. Perfectamente aceptado, mientras no pase de frase elegante —como todas las tuyas— pero inadmisible si intentas darle valor ético, valor de conducta ante la poesía. Piensa, carísimo, que si te dedicas a sentir la poesía, y te guardas la razón para las ciencias naturales o la geometría, acabarás frente al mar, totalmente despeinado, a la triste manera del vizconde de Chateaubriand. Será el tuyo un final a lo Hugo o a lo Musset. Y para rematar, a lo Lamartine, que es la apoteosis del puro sentir… y del absoluto vacío intelectual. Yo te invito a que medites en la actitud meramente «sensible» ante una poesía, y verás algo sumamente curioso. Ante todo, que es una concepción romántica, y romántica furiosa, lo cual es ya más lamentable. Olvidarse de las facultades intelectuales, de todas esas admirables casillitas que tan bien suele describir Fatone —para no mencionar a Kant, que trae rigidez alemana a mi carta— significa ser, sí, «sensible», pero significa algo peor, a la luz de la poesía moderna: ser «sensiblero». Y yo sé perfectamente que tú no tienes de sensiblero ni la vereda de tu casa.
Ergo, aunque trates de negarlo, tú razonas la poesía, lo cual no quita que la sientas. Precisamente, el equilibrio estaría —a mi parecer— en crear una poesía que reflejara estados interiores —ya que eso es, al fin, todo lo que puede reflejarse en este mundo— pero sublimados, embellecidos en el crisol de una expresión personal. Algunos suelen llamar a esto último la técnica del poeta. Yo protesto contra el vocablo y creo que es mejor seguir utilizando el de «expresión poética». Mallarmé tenía una expresión simbólica. Baudelaire, una expresión menos oscura, más «humana». Neruda es algebraico. Pero si alguna vez has entrevisto tú en esa obra del chileno cierta consistencia poética, ¿no vale la pena estudiar su lenguaje, su instrumental, para seguir la caza codiciada?
Preguntas frecuentes sobre “Bolero” de Julio Cortázar
¿En qué libro aparece el poema “Bolero”?
El poema fue incluido en Salvo el crepúsculo, publicado en 1984, el único libro de poesía que Cortázar preparó íntegramente para edición antes de su muerte.
¿De qué trata “Bolero”?
Explora el deseo, la memoria y el vaivén emocional entre dos personas. El texto funciona como una danza literaria: avance, retroceso, tensión y ritmo.
¿Por qué se llama “Bolero”?
El título alude tanto al género musical como al movimiento circular del deseo. Más que imitar la música, Cortázar captura su respiración y su cadencia emocional.
¿Es un poema típico dentro de la obra de Cortázar?
Sí y no. Mantiene su gusto por el juego, el ritmo y la experimentación formal, pero aquí la emoción aparece más desnuda y directa que en mucha de su prosa.
¿Qué hace especial a este poema?
La mezcla de musicalidad, intimidad y precisión. “Bolero” logra expresar una relación afectiva sin recurrir al melodrama: es danza, roce, pausa y desliz, todo a la vez.
Por qué “Bolero” sigue respirando dentro de nosotros
Leer Bolero es entrar en un espacio donde el lenguaje se mueve como un cuerpo: avanza, titubea, vuelve, insiste. En este poema Cortázar abandona la solemnidad y apuesta por la vibración íntima, por el temblor que queda cuando el deseo ya no sabe si está llegando o despidiéndose.
Si llegaste hasta aquí, probablemente buscabas un punto de entrada a la poesía más sensible del autor, esa que rara vez aparece en sus cuentos. “Bolero” no ofrece moralejas ni certezas: ofrece ritmo, fragmento, roce. Más que un poema, es un pulso.
Y quizá por eso sigue vivo: porque nos reconoce en esa oscilación eterna entre el abrazo y la pérdida, entre lo que se dice y lo que se calla. Cortázar entendió que el amor también baila. Y que, a veces, lo único que podemos hacer es seguir el compás.