Disfrutar de la lectura es un proceso fundamental para esta, y, podría apostar que, en la mayoría de los casos, las personas que encuentran placer y felicidad en la lectura serán quienes adopten este hábito en sus vidas. Sin embargo, ¿qué debemos hacer cuando un cuento, novela o poema no nos está gustando?
Ya he compartido algunas veces aquella cita de Borges donde desdeña a la lectura obligatoria:
“¿Por qué no estudian directamente los textos? Si estos textos les agradan, bien; y si no les agradan, déjenlos, ya que la idea de la lectura obligatoria es una idea absurda: tanto valdría hablar de felicidad obligatoria. Creo que la poesía es algo que se siente, y si ustedes no sienten la poesía, si no tienen sentimiento de belleza, si un relato no los lleva al deseo de saber qué ocurrió después, el autor no ha escrito para ustedes. Déjenlo de lado, que la literatura es bastante rica para ofrecerles algún autor digno de su atención, o indigno hoy de su atención y que leerán mañana.”

Desde el momento que leí esas palabras estuve de acuerdo. Yo también estoy en contra de la lectura obligatoria, pues, para aquel que ya es un lector, ese texto lo llevará al tedio y será más bien un sufrimiento continuar; sin embargo, la situación resulta peor para quien apenas comienza a leer, debido a que obligarse a continuar con un texto que no le agrada terminará por ser contraproducente para él y solo lo alejará del hábito de la lectura.
No obstante, analizando un poco más esta idea en contra de la lectura obligatoria y de leer solamente lo que atrapa, se puede llegar a otras conclusiones importantes. Esto porque, reducir a la lectura a obligación o mera felicidad no termina por englobar las distintas aristas que componen a lo que realmente es leer. Creo que, si bien podemos encontrar una enorme satisfacción en los textos que nos gustan, en los que nos atrapan desde el principio, en los que nos conducen de manera natural a través de la historia, también hay que aceptar que los que no lo hacen nos pueden atrapar de otra forma. Es decir, encontrarnos con un texto que nos desagrada debería conducirnos a analizar críticamente el por qué está sucediendo; no me refiero a una completa indagación, sino que, enfocarnos en entender si se debe a una cuestión personal, a que hemos leído sin atención, al momento en que leímos, o, quizá este requiere de un esfuerzo extra más. Lo que trato de explicar es que, al alejarnos de una visión romántica sobre la lectura, nos damos cuenta que leer sí implica un esfuerzo, y más con textos “complejos”. Hay un proceso de razonamiento y análisis para entenderlos mejor; por eso, yo invitaría a que si bien resulta atractivo dejar textos que no desagradan, también hay que considerar de vez en cuando el hacer un mayor esfuerzo con ciertos textos.
No pretendo difundir una idea de que la lectura es algo complicado; pero tampoco que es un mero medio de entretenimiento que se hace solo para disfrutarse. Creo que la visión de lo que leer es y su utilidad es una razón meramente personal. Leer para disfrutar o para impulsarnos a pensar más, leer como ejercicio intelectual o como entretenimiento, son apenas algunas de las poquísimas razones que alguien puede encontrar para leer. Además, que, la riqueza de la literatura da todavía para pensar más razones.
Por lo tanto, este texto busca únicamente añadir una reflexión a las palabras de Borges, quien es justamente un autor que en algunos casos la gente abandona por su complejidad, pues, el universo borgiano es laberíntico y fantástico. Y así llego a esta conclusión, pues sería una pena que algunos se pierdan de autores tan maravillosos como Borges por no pretender hacer un esfuerzo más por entender, por investigar. Es hermoso leer para ser felices, pero también es maravilloso el ejercitar nuestro raciocinio para descubrir y comprender historias maravillosas. Al final, como ya lo mencioné, leer es un proceso personal del que iremos encontrando y cambiando nuestras razones a lo largo de nuestra vida y de vez en cuando vale la pena ir más allá de solo disfrutar un texto.