¿Necesitamos más?
Sobre inteligencia artificial, productividad, creatividad y ese ruido de fondo llamado capitalismo.
Están los que la usan para escribir, para trabajar, para crear imágenes absurdas o para conversar con una cortesía casi religiosa (“por favor”, “gracias”).
Están los que la explotan para ser más productivos, para resolver dudas existenciales, para generar contenido, para encontrar inspiración.
Y están los que no.
Los que ni la han tocado.
Los que la desprecian.
Los que desean que jamás hubiera existido.
Los que aún no saben qué es.
Los que apenas se están enterando.
Los que cuidan el agua.
Hay de todo.
Los pervertidos digitales.
Los que hacen videos absurdos: tralalero tralala.
Los que crean historias.
Los que hacen videos de gatitos maullando What I Was Made For de Billie Eilish, versión “miau miau miau”.
Los que crean mundos, como @GossipGoblin.
Y muchos más.
Y vendrán más.
Muchos más.
La inteligencia artificial irrumpió de forma ruidosa y ya no hay forma de pararla. No creo que nadie entienda del todo lo que está ocurriendo. Ni siquiera quienes llevamos años usándola. Apenas rozamos la superficie.
Yo la uso desde hace más de dos años. Me ha servido para lo mundano: reportes, correos, cosas que no valen mi desgaste. También para lo complejo: conversaciones literarias que nunca tuve, experimentos creativos, respuestas que internet no sabía darme. La IA, si se lo propones, también piensa contigo.
¡Es tanto! Carajo. Ni siquiera puedo ordenar esta columna como quisiera.
Y eso que sé que lo que llamamos “inteligencia artificial” es, en realidad, algo más específico: modelos de lenguaje, LLMs.
Y que no es uno, sino muchos: ChatGPT, Claude, DeepSeek, MidJourney, Gemini, Grok. La lista no para.
Llevo dos años estudiando Prompt Engineering, el arte de preguntar.
Porque sí, incluso para hablar con máquinas hay que aprender a hablar.
Pero, ¿y los derechos de autor? ¿Y las imágenes Ghibli? ¿Y el arte generado por IA que ya no sabemos si lo hizo un humano? No lo sé. Nadie lo sabe. Esto apenas empieza.
Lo cierto es que la mayoría la usa en modo básico. Y muchos ni siquiera la conocen. Hay un desfase creciente entre los que ya corren y los que aún no se han enterado de que existe. Dentro de un año o dos, será tarde. Empresarios, abogados, creativos, financieros, artistas… los que se suban tarde se quedarán atrás.
¿Entonces qué? ¿Usarla o no usarla?
Te lo digo sin certezas: usarla permite crear más, trabajar más, producir más análisis, más reportes, más imágenes, más ideas. Más. Más. Más.
Pero… ¿necesitamos más?
Creo que no.
Pero el sistema sí.
Porque el problema no es la IA.
Es el modelo capitalista que exige producir más. Que recompensa la velocidad. Que castiga la pausa. Y que terminará corrompiendo algo tan impresionante como esto.
En un mundo utópico —donde el arte reina, donde la salud es un derecho, donde nadie pasa hambre—, la inteligencia artificial sería una herramienta para explorar la creatividad humana sin límites.
Pero no vivimos en ese mundo.
Y lo más probable es que la IA tenga el mismo destino que el internet: un archivo muerto, desbordado de datos inútiles, de conocimiento detrás de muros de pago. Una herramienta más para generar dinero.
Aun así, quiero ser optimista.
Quiero creer que el ingenio humano va a dominar esta tecnología. Que surgirán proyectos que resuelvan problemas reales: enfermedades, contaminación, desigualdad. Que la IA será una linterna en medio del caos, no solo una copiadora de PDFs.
Y mientras tanto, sigo pensando en esa frase que dijo Joanna Maciejewska:
“You know what the biggest problem with pushing all-things-AI is? Wrong direction. I want AI to do my laundry and dishes so that I can do art and writing, not for AI to do my art and writing so that I can do my laundry and dishes.”
Ese es el verdadero problema.
No se trata de la IA.
Se trata de una sociedad que exige resultados inmediatos.
Que reemplaza el deseo con urgencia.
Que confunde creatividad con contenido.
Y así, una herramienta capaz de potenciar lo humano se convierte en otro engrane de la maquinaria.
Porque sí: todos quieren más.
Y lo quieren ya.
Es interesante el tema. A mí podés ponerme en el grupo de los que la miran de costado. Sinceramente estoy bastante más preocupada por la inteligencia natural, la mía y de la del resto...