Crecer en una familia no lectora resulta un tanto complejo, en el sentido de que las recomendaciones, los autores y las letras hermosas no llegan fácilmente. En este tipo de casos, el lector interesado tiene que salir a buscar —en donde le sea posible— esos cuentos, novelas y poemas que acabarán por seducirlo. Pero, en algunas ocasiones, si uno está lo suficientemente atento, podrá encontrarse con la literatura en películas y canciones. Evidentemente, ese lector interesado soy yo, y sería un mentiroso si digo que fui perspicaz al encontrarme con Hojas de hierba de Walt Whitman en la película La sociedad de los poetas muertos.
El esfuerzo para mi hallazgo no fue enorme. Bastó que hace diez años, con una sencilla búsqueda de «películas que hablen de literatura», encontrará esta película entre las primeras recomendaciones y pudiera escuchar de voz de Mr. Keating (personaje de la película interpretado por Robin Williams) un fragmento —mi favorito— de ¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!, poema del escritor estadounidense Walt Whitman.
¿Qué encontrarás en este poema?
La vida misma y una razón para vivirla. Es un poema que refuta de manera tajante la queja de muchos, de quizá, la mayoría de nosotros. Esa que brota y nos incita a preguntar: «¿Qué hay de bueno en todo esto?», porque en muchas ocasiones parece no haber nada. Vivir parece una tragedia constante, un sinfín de infortunios y eventos cómicos que denotan el absurdo de existir.
Me es complejo admitir lo anterior, pues una de mis tantas batallas internas consiste en enfrentar mi amargura ante el peso que produce estar vivo. Sin embargo, encontré en este poema la respuesta —que a veces olvido— para considerar que vale la pena vivir, que vale la pena escribir y leer; que dentro de todo este sinsentido puedo aportar algo.
¡Oh, mi yo! ¡oh, vida!
de sus preguntas que vuelven,
del desfile interminable de los desleales,
de las ciudades llenas de necios.
De mí mismo, que me reprocho siempre
(pues, ¿quién es más necio que yo, ni más desleal?).
De los ojos que en vano ansían la luz,
de los objetos despreciables,
de la lucha siempre renovada,
de los malos resultados de todo,
de las multitudes afanosas y sórdidas que me rodean.
De los años vacíos e inútiles de los demás,
yo entrelazado con los demás.
La pregunta, ¡oh, mi yo!,
la pregunta triste que vuelve
- ¿qué de bueno hay en medio de estas cosas,
oh, mi yo, oh, vida? -
Respuesta:
Que estás aquí,
que existe la vida y la identidad,
que prosigue el poderoso drama,
y que tú puedes contribuir con un verso.
La vida es difícil. No importa qué tanto la adornemos con las grandes y pequeñas alegrías; es feroz y siempre encuentra la manera de ponernos incomodos, de ahogar la sonrisa que tanto nos esforzamos por construir. Pero al final todos somos parte de este sinsentido y podemos contribuir con un verso. ¿Y qué es ese verso? Un gesto amable, una sonrisa o un acto de bondad. Compartir lo que nos apasiona y nutrir de algo bueno a otros. Es quizá la caricia o el abrazo. La risa con los amigos o compartir una comida con la familia. Es la esperanza que nos queda para seguir.
Por esto me gusta compartir poemas. Porque puede que para una persona surta este efecto hermoso que calienta las entrañas y despierta esa sensación de querer vivir.
¿Qué sigue? Lo mismo de siempre. Lee el poema y disfrútalo. Analízalo y dale un significado para ti.
Oh yo, Oh vida se encuentra en el libro Hojas de Hierba, publicado en 1855, y desde ese año Walt Whitman nos envía a este 2023 una visión de que podríamos ser nosotros los que aporten un verso.
Acá puedes encontrar la versión en inglés: O Me! O Life!
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