Como en la comida, en la literatura también tenemos favoritos. Volvemos a ellos porque nos dan garantía de placer. Son el refugio predilecto para los días sin aventura o necesidad de novedad. Porque en cada leída descubrimos más o revivimos un sentimiento que parecía ya haberse escondido.
Así vuelvo de vez en cuando a Tabaquería del escritor portugués Fernando Pessoa, aunque resultaría más preciso decir que su autor fue Alvaro de Campos, heterónimo de Pessoa. Es un poema que me reconforta, que tantas veces pensé y jamás escribí, porque yo lo pensé con otras palabras que al final no hacían sentido.
Nunca me cansaré de leer y releer esto:
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.
Es un martillazo en el rostro que devela la realidad de jamás poder llegar a ser algo: ser nada, la ausencia de todo. No obstante, a la vez, poseer toda la esperanza de lograr serlo. Es aceptar la inutilidad y la crisis existencial, pero oponerse con una fuerza mayor que repele el martillazo inicial. Nos deja inmóviles, sin efecto alguno; sin inicio ni final. Sin ser nada, pero con la intención de todo.
Este poema me llegó gracias a la recomendación de un seguidor y desde entonces lo atesoro, lo presumo y lo comparto. Si en otros despierta este sentimiento que me obsesionó, me sentiré conforme con tener más cómplices que se entreguen a estas letras.
Desafortunadamente no he tenido el tiempo (la mentira que todos nos repetimos) para leer mucho más de Pessoa. Algún cuento y tal vez un par de poemas más; pero el impacto que me ocasionó me ha hecho ansiar por más desde entonces. Llegará el momento…y si no, no importará, con Tabaquería habré quedado satisfecho.
¿Hay alguna otra parte que me parezca fascinante? Por supuesto:
El mundo es para los que nacieron para conquistarlo
no para los que sueñan que pueden conquistarlo, aunque tengan razón.
He soñado más que todas las hazañas de Napoleón.
He abrazado en mi pecho hipotético más humanidades que Cristo,
he pensado en secreto más filosofías que las escritas por ningún Kant.
Pero soy y seré siempre el de la buhardilla,
aunque no viva en ella.
Seré siempre el que no nació para eso.
Seré siempre sólo el que tenía algunas cualidades,
seré siempre el que aguardó que le abrieran la puerta frente a un muro que no tenía puerta,
el que cantó el cántico del Infinito en un gallinero,
el que oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? Ni en mí ni en nada.
Hermoso, ¿cierto? Los que tienen razón no son siempre los que triunfan. El absurdo de la moral en nosotros los humanos: lo bueno y lo malo. Dos polos opuestos repletos de matices que se confunden. No son siempre los héroes los que conquistan, pues la valentía se encuentra hasta en el más cobarde.
¿Pero quiénes son los que nacieron para conquistarlo? ¿Lo más inteligentes, los más fuertes o los más despiadados? No lo sé, los hay de todo tipo. Y, ¿cómo se sabe que nacieron para eso? Porque entienden el mundo y seducen a los otros. Son los valientes, los que no sueñan en hacer, sino que hacen.
Por esto disfruto tanto este poema. Es la agonía y la infinidad de los pensamientos que se presentan en una tarde; cuando nos atrevemos a indagar en las ideas y con una mirada perdida proyectamos la inmensidad de la existencia. Sucede en un breve instante: al observar los árboles moverse con el viento, al escuchar las olas del mar que pareciera salen de un atardecer en llamas, mientras vemos la lluvia en el exterior o cuando dejamos que el silencio nos atrape.
Y así podría seguir escribiendo más y más sobre lo que me hace sentir, pensar e imaginar este poema. No es realmente una interpretación, porque además, no sabría hacerla con precisión. Admiro a quienes diseccionan un poema y develan de él lo más oculto; pero, no es mi forma de leer. Quizá lo que hago sea aberrante para los críticos y estudiosos del tema, pues es solamente un vacío de conjeturas inexactas y un intento débil de explicación.
Había un ensayo muy interesante que comparaba la dualidad entre Tabaquería de Pessoa y el Canto a mí mismo de Walt Whitman, un poema que resumiré para no malgastar más párrafos como amor a la vida. En un futuro que lo encuentre nuevamente, lo comparto. Tengo la terrible costumbre de no guardar registros de lo que leo.
Como lo mencioné al inicio, este poema lo escribió Alvaro Campos, heterónimo del autor, una personalidad autonóma que vive fuera de este y posee una biografía propia. No es una extensión de Pessoa, es simplemente otra persona…nacida de él.
Publicaron Tabaquería en julio el año 1933 en la revisa portuguesa Presença y puedes leer el poema completo aquí.
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