Tal vez no estamos tan ocupados
¿Por qué dejamos de ver a nuestros amigos sin pelearnos? Una columna sobre la adultez, el celular y las amistades que se diluyen sin drama, pero no sin culpa.
Nos reíamos. Y nos reímos mucho esa noche. Le dije que nos viéramos el próximo viernes. No pasó. Hace cuatro años que no veo a Alberto. No nos peleamos o discutimos. No sucedió nada. Me olvidé de escribirle. Él se olvidó también.
Este no es el único caso de amigos olvidados que tengo. También sé que es un síntoma común últimamente. Vemos menos a nuestros amigos o simplemente los dejamos de ver. No hay peleas, no hay discusiones; los contratos sociales solo se rompen. Pero es raro: porque esas personas siguen en nuestras redes sociales. Te dan like en Instagram, te felicitan en Facebook, o te comparten un TikTok. ¿Podemos llamar a esa mierda amistad? Tal vez. Pero sigue siendo algo de mierda.
Yo no sé por qué no le escribí a Alberto. Vi una serie, me mudé, salí más de cuarenta veces al cine, festejé mis cumpleaños, pero no le escribí. En ningún momento de las cuatro horas que paso diariamente en el celular. Tal vez no me olvidé. Solo me dejó de importar y me da un poco de pena admitirlo.
No sé si hoy le escribiría… "Hey, hace cuatro años que no nos vemos, ¿quieres salir?" ¡Falsedad total! Qué le voy a contar. No quiero pasar cuatro horas actualizándolo sobre mi vida: me mudé, tengo otro trabajo, remodelé mi cocina, y mi perrita se murió. Reducir mi vida a unas cuantas frases lo hace muy triste. ¡Y los momentos divertidos! Tenías que estar ahí, Alberto, para que los entiendas. Y no estuviste, ¡carajo! No esperes que te explique. Sin duda, es una mala idea. Pero no le escribo por esas razones. Simplemente ya no quiero hacerlo.
Y así he perdido más amigos. No voy a ver a todos. No puedo. Nadie puede. Tal vez eso está bien. O no está bien pero no tengo opción. Elijo a los que sí estuvieron ahí. Los que entienden el chiste sin explicación. Los que no necesitan actualización de cuatro años.
Quizá es un síntoma de la adultez, quizá es un síntoma de vivir con el celular pegado a la mano. Nos aislamos por decisión. El mundo real es abrumador y nos resguardamos detrás de la pantalla: con los memes, las series y los vídeos divertidos. Oh, sí. Sí que se siente bien esa basura. La droga moderna.
Solamente nos queda vivir con la nostalgia de no vivir como lo hacen en Friends, como lo hacen en How I met Your Mother; pero, hasta esas series terminan. Terminan las series. Terminan las temporadas. Terminan las amistades. Las mías. Las tuyas, lector solitario del otro lado de la pantalla.
¿Qué nos queda? Lanzar por la ventana de vez en cuando el celular y salir con amigos. Compartir la vida con quienes nos importan. Alzar la cabeza y mirar el mundo. Asomarnos por la ventana y ver dónde cayó el celular que arrojamos. Salir a la calle y recoger el celular. Observar la pantalla rota y darnos cuenta del gran error. Volver adentro y descubrir que todo estaba mejor antes de lanzar el celular. Reparar el celular. Ver memes, series y videos divertidos.
Tal vez no estamos ocupados.
Tal vez ya elegimos.